sábado, 12 de noviembre de 2016

LA CORRIDA ( Capítulo II )




¿ Había embestido al capote con tanta suavidad ? ¿ Había sido tan bravo en el caballo ? Pero los toros son pocas veces indultados.
Cerrajero, miraba : ¿ Dónde estaba la parte abultada ? Ahora sólo había un poste, el hombre con
rocío, el poste con dos patas. El toro estaba confundido. ¿ Era un hombre o era un poste ?
" ¡ Mira, mira, mira ! Estaban llamando su atención otra vez y comenzaba a correr. El toro también se echó a correr. Esta vez el enemigo no huía. Toro y enemigo corrían el uno hacia el otro, pero cuando el golpe parecía seguro, el reto dió un paso al lado y desapareció.
La multitud dio silbidos de protesta. El banderillero había calculado mal la embestida del toro y no había conseguido colocar las banderillas que aún tenía en la mano.
De nuevo la amenaza se acercaba en círculo hacia Cerrajero. Se aproximaban con rapidez el uno al otro. Estaba allí, delante, carne para sus cuernos. Cerrajero bajo la cabeza y lanzó los pitones hacia arriba, cortando el aire, sin coger nada. El hombre poste se había escurrido.
Una nueva sensación apareció para Cerrajero : un escozor en los mojados hombros. Había también un nuevo sonido. Venía de la espalda : clap-clap-clap. Era como las ramas delgadas del eucalipto chocando unas con otras con el viento. El toro no sabía lo que hacia el ruido, sólo sabía que venía de encima y de no muy lejos de las orejas. Mientras giraba lentamente, el escozor se hizo notar ligeramente en la cruz, pinchándole como los cardos que una vez de becerro se lo lastimaron.
De nuevo apareció el hombre poste.  Corrieron el uno hacia el otro, esta vez a chocar ; y de nuevo los cuernos no alcanzaron nada. El escozor le aumentó en los hombros. El ruido del palilleo se redobló.
Por tercera vez el toro corría buscando al enemigo, hasta que la forma reluciente estuvo delante de él. ¡ Esto es lo que estaba esperando ! ¡ Peso en el cuerno izquierdo ! ¡ Una de sus defensas se estaba clavando en el enemigo !
Varios gritos se oyeron mientras el banderillero se le levantaban los pies del suelo, giraba sobre el cuerno y era despedido por encima del lado derecho del toro.
¿ Dónde estaba ? ¿ Dónde estaba el enemigo que, por fin, había tocado ? El toro giró rápidamente, seguro de encontrarlo, caído en el suelo, pero en su lugar encontró un capote que se desplegaba frente a él, haciéndole girar y desplazándole a otro extremo.
El crítico puesto en pie, aseguró, " no es grave, sólo un puntazo leve ", mientras levantaban del suelo al banderillero y se lo llevaban a la enfermería.
Cerrajero se sentía fresco. Por fin le había metido el cuerno a algo. La pesadez había casí desaparecido. La persecución del hombre poste lo refrescó, lo aligeró. El haberle cogido le dio nuevos ánimos.
El reloj marcaba las cinco y veintinueve minutos.
¿ Cual sería el nuevo reto ? Esperó y observó ; respiraba pesadamente pero tenía la boca perfectamente cerrada.
Las reyertas en el campo eran más cortas. Duraban hasta que uno de los toros huía o caía al suelo. Entonces, aunque el toro caído estuviera corneado y abierto, no se movería, se quedaría allí inmóvil, mientras el olor de sangre trajera a la manada corriendo. Y si no se lo llevaban pronto, los buitres lo picotearían hasta dejarle sólo los blancos y duros huesos y los cuernos.
El reto estaba de nuevo en la arena. Cerrajero observó con atención el bulto que avanzaba. Era más oscuro, más bajo y más pequeño, pero gritaba igual :
" Ah-ja, toro ! "
Al principio, el toro no había dejado acercarse tanto a su enemigo. Le habría atacado. Ahora esperaba. Ya no tenía tanta fuerza. Tenía que asegurarse para cogerlo. El reto se paró, quedó inmóvil. El hombre, o el poste, o lo que fuese, estaba tan quieto como los sólidos palos contra los que se refregaba los cuernos en la finca. Cerrajero embistió. Las ramas repiquetearon en la espalda. Allá metió el cuello y arriba fueron los cuernos, persiguiendo al reto que de pronto desapareció. Se revolvió. Otra vez estaba allí moviéndose, llamándolo.
Cerrajero siguió en su terreno, observando. El reto cambiaba de forma. Antes, la parte ancha sobresalía de la mitad del poste. Ahora estaba más baja, tocando la arena y moviéndose lentamente a la derecha de éste. Cuando el toro embistió tuvo que echar los pitones hacia abajo para perseguirlo. Se había equivocado, la pesadez no le había abandonado ; le había minado, entorpeciendo sus movimientos, haciéndole difícil usar el morrillo. El reto desapareció, como antes ; giró de un salto, tan rápido como pudo, intentando perseguirlo. Tiro de él y le hizo pasar por su lado una vez, dos veces, cinco veces, a la derecha, con la cabeza muy humillada.
" ¡ Madre mía ! " - exclamó el crítico. " ¡ Qué derechazos ! "
El matador había encendido a la multitud de tal forma que mucha gente estaba de pie, jaleando.
¿ Cuándo se pararía a luchar el enemigo, luchar y no huir ? Volvió a llamar, moviéndose y haciendo ruido ; le persiguió, pero esta vez, en vez de pararse bajo, subió por alto haciendo que los pulmones del toro se llenaran de aire fresco.
Un grito surgió del tendido : "¡ Vamos a ver esa izquierda !"
" ¡ Vamos a verte a ti - le contestó una mujer.
" ¡ Vamos a verte a ti, allá abajo, en la plaza, vamos a verte perder el trasero corriendo ! "
" Todo el mundo se reía . "
Ahora la parte ancha se movió. Estaba avanzando hacia el pitón izquierdo del toro. Después se paró. El toro embistió.
La multitud se estaba poniendo histérica con la serie de naturales lentos que el matador estaba dando a Cerrajero. Estaban tirando sombreros al ruedo.
El toro se sentía más débil, más lento cada vez. El dolor en la base del morrillo le daba punzadas. Ahora tenía la sangre bajando desde lo alto de la cruz hasta las pezuñas en la arena. Parte de la sangre le acariciaba los hombros.
El reto ; jugaba a ser perseguido.
Lo llamaba.
Se movía.
Cada vez tenía que humillar más y más, después de cada serie surgía un trueno de palmas.
 " ¡ Ole ! "
El crítico llenaba cuartillas, en estos momentos estaba escribiendo con rapidez : " La plaza era un manicomio, llena de la emoción que produce presencial el valor y el arte puro, la belleza de la cara de la muerte ".
Cerrajero se recuperó de la última embestida que parecía no terminar nunca.
El reto se marchó a la barrera. Había algo nuevo. Brillaba y relucía como una hoja de hierba al sol de la mañana temprano en los días de rocío.
Esta vez Cerrajero cogería al reto. Lo cornearía hasta que sus pitones estuvieran calientes y pegajosos. Iba a romper la hoja de hierba plateada, tirándola al suelo y aplastandola.
" ¡ Ah-ja, toro !" - grito el matador, adelantando la muleta al tiempo que apuntaba el estoque.
Pero de pronto, la multitud puesta en pie, gritaba y gritaba " Indulto ".
El presidente no dudó, había sido muy bravo en el caballo, peleando con codicia y empujando fuerte con los riñones.
Había tenido mucha fijeza, nobleza, trasmitiendo durante toda la faena y " sobre todo " ¡ Que forma de humillar !" ;  sacó el pañuelo de color naranja y el matador emocionado se retiró a la barrera.
En un par de minutos el cabestraje estaba en la arena y Cerrajero los seguía lentamernte, una nube de vencejos inundó el ruedo de la plaza, volando bajo el toro.
Un soplo de viento acarició la cara del mayoral, que lloraba como un chiquillo, la gente no se cansaba de aplaudir a Cerrajero en su retirada a los corrales, el mayoral gritaba y gritaba :
" ¡ Tenemos nuevo semental ! "








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